«Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Mateo 4:4

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Lección 06 – Él murió por nosotros

Se ha dicho que no podemos evitar ni la muerte ni los impuestos. Eso no es totalmente cierto: la gente puede evitar los impuestos, pero no la muerte. Es posible que puedan posponer la muerte unos años, pero, tarde o temprano, la muerte siempre llega. Y, porque sabemos que los muertos (justos e injustos) en un principio acaban en el mismo lugar, nuestra esperanza de la resurrección lo es todo para nosotros. Como dijo Pablo, en esta esperanza, incluso “también los que durmieron en Cristo perecieron” (1 Cor. 15:18), lo cual es algo bastante extraño si los que “durmieron en Cristo” están revoloteando en el cielo en presencia de Dios.
Por lo tanto, la resurrección de Cristo es fundamental para nuestra fe, porque en su resurrección tenemos la seguridad de la nuestra. Pero, antes de que Cristo resucitara de entre los muertos, por supuesto, tenía que morir. Por eso, en medio de la agonía del Getsemaní, anticipándose a su muerte, oró: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora” (Juan 12:27). Y su propósito era morir, para darnos vida.
Esta semana nos centraremos en la muerte de Cristo y lo que significa para la promesa de la vida eterna.

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Lección 05 – Resurrecciones antes de la Cruz

Las referencias del Antiguo Testamento a la resurrección que hemos visto hasta ahora se basan mayormente en expectativas personales (Job 19:25-27; Heb. 11:17-19; Sal. 49:15; Sal. 71:20) y en promesas futuras (Dan. 12:1, 2, 13). Sin embargo, también tenemos registros inspirados de casos en los que hubo gente que realmente resucitó de entre los muertos.
La primera resurrección fue la de Moisés (Jud. 9; Luc. 9:28–36). Luego, también resucitaron el hijo de la viuda de Sarepta (1 Rey. 17:8-24) y el hijo de la sunamita (2 Rey. 4:18-37). Cristo, cuando estuvo aquí, en la carne, resucitó al hijo de la viuda de Naín (Luc. 7:11-17), a la hija de Jairo (Luc. 8:40-56) y luego a Lázaro (Juan 11). Estos casos confirman la enseñanza bíblica de la inconsciencia de los muertos (Job 3:11-13; Sal. 115:17; 146:4; Ecl. 9:5, 10). En ninguno de estos relatos, ni en ninguna otra narración bíblica de resurrección, se hace mención de una supuesta experiencia más allá de la muerte.
Esta semana reflexionaremos con más detenimiento sobre las resurrecciones que tuvieron lugar antes de la muerte y la resurrección de Cristo.

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Lección 04 – La esperanza del Antiguo Testamento

La esperanza del Antiguo Testamento no se fundamenta en las ideas griegas sobre la inmortalidad natural del alma, sino en la enseñanza bíblica de la resurrección final de los muertos. Pero ¿cómo podría volver a la vida un cuerpo humano que ya no existe? ¿Cómo puede recuperar su identidad alguien que ha fallecido quizás hace siglos o hasta milenios?
Estas preguntas nos llevan a reflexionar sobre el misterio de la vida. Es- tamos vivos y disfrutamos de la vida que Dios nos concede todos los días. En el principio, Dios trajo la vida a la existencia a partir de la no-vida, mediante el poder de su Palabra (Gén. 1; Sal. 33:6, 9). Entonces, si Dios al principio pudo crear vida en la Tierra de la nada (en latín, ex nihilo), ¿por qué deberíamos dudar de su capacidad para recrear la vida humana y restaurar su identidad original?
Esta semana reflexionaremos sobre el desarrollo de la noción de la resurrección final en épocas del Antiguo Testamento, con especial énfasis en las declaraciones de Job, de algunos salmistas y de los profetas Isaías y Daniel.

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Lección 03 – Comprendamos la naturaleza humana

La tensión entre la palabra de Dios: “Ciertamente morirás” (Gén. 2:16, 17) y la promesa falsa de Satanás: “Ciertamente no morirán” (Gén. 3:4, RVA-2015) no se limita al Jardín del Edén. Ha resonado a lo largo de la historia. Muchos intentan armonizar las palabras de Satanás con las de Dios. Para ellos, la advertencia “morirás” se refiere solo al cuerpo físico perecedero, mientras que la pro- mesa “ciertamente no morirán” sería una alusión a un alma o espíritu inmortal.
Pero, este planteamiento no funciona. Por ejemplo, ¿se pueden armonizar las palabras contradictorias de Dios y de Satanás? ¿Existe un alma o espíritu inmaterial que sobrevive conscientemente a la muerte física? Hay muchos intentos filosóficos, e incluso científicos, para responder estas preguntas. Pero, como cristianos cuyo fundamento es la Biblia, debemos reconocer que solo el Dios todopoderoso, aquel que nos creó, también nos conoce perfectamente (ver Sal. 139). Por lo tanto, solo en su Palabra, las Escrituras, podemos encontrar respuestas a estas preguntas cruciales.
Esta semana consideraremos de qué manera el Antiguo Testamento define la naturaleza humana y la condición de los seres humanos al morir.

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Lección 02 – Muerte en un mundo pecaminoso

Cuando Dios el Padre le confirió un honor especial a Cristo y anunció que juntos crearían este mundo, “Lucifer estaba envidioso y tenía celos de Jesucristo” (HR 16), y conspiró contra él.
Como fue expulsado del cielo, Satanás decidió “destruir la felicidad de Adán y de Eva” en la Tierra, y así “causar tristeza en el cielo”. Imaginó que “si de alguna manera podía inducirlos [a Adán y a Eva] a desobedecer, Dios haría algo para perdonarlos; entonces él y todos los ángeles caídos dispondrían de una buena oportunidad para compartir con ellos la misericordia de Dios” (HR 29, 30). Plenamente consciente de la estrategia de Satanás, Dios advirtió a Adán y a Eva que no se expusieran a la tentación (Gén. 2:16, 17). Esto significa que, aun cuando el mundo todavía era perfecto e inocente, ya había claras restricciones para que los seres humanos las obedecieran.
Esta semana reflexionaremos sobre la caída de Adán y de Eva, sobre cómo el pecado y la muerte se apoderaron de este mundo y cómo Dios plantó una semilla de esperanza para la humanidad ya desde el Edén.

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Lección 01 – Rebelión en un Universo perfecto

Muchos pensadores han intentado explicar el origen del mal. Algunos sugieren que el mal siempre ha existido porque, a su modo de ver, el bien únicamente puede apreciarse en contraste con el mal. Otros creen que el mundo fue creado perfecto, pero de alguna manera surgió el mal. Por ejemplo, en la mitología griega, el mal empezó cuando la curiosa Pandora abrió una caja sellada de la que salieron todos los males del mundo. En cambio, la Biblia enseña que nuestro Dios amante es todopoderoso (1 Crón. 29:10, 11) y perfecto (Mat. 5:48). Todo lo que hace debe ser igualmente perfecto (Deut. 32:4), incluyendo la creación de nuestro mundo. Entonces, ¿cómo pudieron surgir el mal y el pecado en un mundo perfecto? Según Génesis 3, la caída de Adán y de Eva introdujo el pecado, la maldad y la muerte.
Pero, esa respuesta plantea otro problema. Aun antes de la Caída, el mal ya existía, como lo manifestó la “serpiente” que engañó a Eva (Gén. 3:1-5). Por lo tanto, necesitamos remontarnos incluso hasta antes de la Caída para dar con la fuente y los orígenes del mal, que tanto domina nuestra existencia actual y que a veces puede hacer que sea sumamente miserable.

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Lección 06 – “Luchando con la fuerza de Cristo”

Sentaron juntos a un hombre y una mujer en un programa de entrevistas. Ambos habían experimentado la pérdida de un hijo. El hijo de la mujer había sido asesinado veinte años antes, y su enojo y su amargura eran tan grandes como siempre. La actitud del hombre era totalmente diferente. Su hija había sido asesinada por terroristas pocos años antes. Él hablaba de perdón para los asesinos y sobre cómo Dios había transformado su dolor. Aunque el dolor era terrible, este hombre se convirtió en una ilustración de cómo Dios puede brindar sanidad en los momentos más oscuros de la vida.
¿Cómo dos personas pueden responder de manera tan diferente ante una situación similar? ¿Cómo se produce el cambio espiritual en la vida de un cristiano, que le permite madurar en medio de los crisoles de la vida en vez de sentirse completamente abrumado por ellos?
Un vistazo a la semana: ¿Cuál es el papel de nuestra fuerza de voluntad en la batalla contra el yo y el pecado? ¿Cómo podemos evitar el error de permitir que nuestros sentimientos gobiernen las decisiones que tomamos? ¿Por qué debemos perseverar, y no rendirnos cuando estamos en el crisol?

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Lección 05 – Calor extremo

Mientras su esposa estaba en el lecho de muerte, el famoso escritor cristiano C. S. Lewis escribió: “No es que corra mucho peligro (eso creo) de dejar de creer en Dios. El verdadero peligro es llegar a creer cosas sumamente terribles acerca de él. La conclusión que temo no es: ‘Pues, al fin y al cabo, Dios no existe’, sino: ‘Pues, así es Dios en realidad’ ” (A Grief Observed, pp. 6, 7).
Cuando las cosas se vuelven muy dolorosas, algunos rechazamos a Dios de cuajo. Otros, al igual que Lewis, nos vemos tentados a cambiar nuestra visión de Dios e imaginar todo tipo de cosas malas acerca de él. La pregunta es: ¿Cuán candente se puede poner esto? ¿Cuánto calor se arriesgaría Dios a permitir que experimente su pueblo a fin de lograr su propósito final de moldearnos a la “imagen de su Hijo”? (Rom. 8:29).
Un vistazo a la semana: ¿Por qué crees que Dios está dispuesto a correr el riesgo de que quienes desean conocerlo y amarlo lo malinterpreten? ¿Hasta qué punto crees que Dios está dispuesto a que lo malinterpreten para moldearte a la “imagen de su Hijo”?

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Lección 04 – Ver el rostro del Orfebre

Amy Carmichael llevó a un grupo de niños a un orfebre tradicional en la India. En medio de un fuego de carbón había una teja curva. En la teja había una mezcla de sal, tamarindo y polvo de ladrillo. Incrustado en esta mezcla había oro. A medida que el fuego devoraba la mezcla, el oro se volvía más puro. El orfebre sacaba el oro con unas tenazas y, si no era lo suficientemente puro, lo volvía a poner en el fuego. Pero, cada vez que reponía el oro, aumentaba el calor. El grupo le preguntó: “¿Cómo sabe que el oro está purificado?” Él respondió: “Cuando puedo ver mi rostro en él” (A. Carmichael, Learning of God, p. 50).
Dios está tratando de purificarnos, de refinarnos como al oro, de transformarnos a su imagen. Ese es un objetivo asombroso, y más asombroso aún es que solo cuando pasamos por los crisoles de la vida se desarrolla en nosotros un carácter semejante al de Cristo.
Un vistazo a la semana: ¿Qué papel tiene el sufrimiento en el proceso de purificación? ¿Cómo entendemos todo esto en el contexto del Gran Conflicto?

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Lección 03 – La jaula del pájaro

“A plena luz del día, y al oír la música de otras voces, el pájaro enjaulado no cantará lo que su amo procure enseñarle. Aprende un poquito de esto, un trino de aquello, pero nunca una melodía entera y definida.
Entonces el amo cubre la jaula y la pone donde el pájaro no oiga más que el canto que ha de aprender. En la oscuridad lo ensaya y vuelve a ensayar hasta que lo aprende, y prorrumpe en perfecta melodía. Después el pájaro es sacado de la oscuridad, y en lo sucesivo cantará ese mismo canto a plena luz. Así trata Dios a sus hijos. Tiene un canto que enseñarnos, y cuando lo hayamos aprendido entre las sombras de la aflicción, podremos cantarlo perpetuamente” (MC 374).
Fíjate en que el que lleva al pájaro a la oscuridad es el mismo dueño.
Es fácil entender que Satanás causa dolor, pero Dios mismo ¿participaría activamente en guiarnos a los crisoles donde experimentamos confusión o dolor? Un vistazo a la semana: ¿Qué ejemplos bíblicos recuerdas en los que Dios mismo conduce a la gente a experiencias que él sabe que implicarán sufrimiento? ¿Cuáles crees que eran los nuevos cantos que él quería que entonaran?

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