Lección 06 – Los dos testigos
A lo largo de los siglos, la Palabra de Dios también ha sido despedaza, cuestionada, descartada, encadenada en monasterios y quemada en plazas públicas. A pesar de todo, la Escritura ha prevalecido.
La iglesia medieval persiguió a los cristianos fieles que creían en la Biblia. No obstante, la Palabra de Dios echó luz sobre la oscuridad. La opresión y la persecución no detuvieron la proclamación de la verdad. Cuando el traductor de la Biblia inglesa William Tyndale fue juzgado por su fe, le preguntaron quién lo había ayu- dado más a difundir la Palabra de Dios. Reflexionó sobre la pregunta y respondió: “el obispo de Durham”. Los magistrados se quedaron consternados. Tyndale explicó que, en una ocasión, el obispo compró una provisión de sus Biblias y las quemó públicamente. Lo que el obispo no sabía era que había comprado las Biblias a un precio mucho más alto de lo habitual. Con el dinero obtenido, Tyndale pudo imprimir muchas más Biblias de las que se quemaron. La verdad aplastada en el polvo se ha levantado una y otra vez para brillar en todo su esplendor.
Esta semana, exploramos uno de los ataques más despiadados contra las Escrituras y la fe cristiana. Durante la Revolución Francesa, la sangre corrió por las calles de Francia. La guillotina se instaló en la plaza pública de París, y miles fueron masacrados. El ateísmo se convirtió en la religión del Estado. Sin embargo, el testimonio de la Palabra de Dios no pudo ser silenciado.
La lección de esta semana se basa en El conflicto de los siglos, capítulos 12 al 17.