Lección 06 – Más lecciones del gran Maestro
¿Quién de nosotros nunca se sintió avergonzado de sí mismo? ¿Quién no ha hecho cosas que nos duelen con solo pensar en ellas y por las cuales retrocederíamos horrorizados ante la idea de que los demás se enteraran? Lo más probable es que todos, ¿verdad?
Imagínate cómo se sintieron Adán y Eva después de comer la fruta del árbol prohibido. O cuando Jacob engañó a su padre para que lo favoreciera por sobre su hermano mayor y luego tuvo que huir de la ira de su hermano. ¿Cómo habrá dormido de noche? E imagínate ser la mujer sorprendida en adulterio, “en el acto mismo” (Juan 8:4). David también pasó por esa experiencia, y el Salmo 32 es su confesión de lo sucedido.
Por supuesto, esa es una de las razones por las que el evangelio es universal y la muerte de Cristo es para toda la humanidad. Salvando nuestras diferencias, sin duda hay algo que nos une: nuestra pecaminosidad.
Por lo tanto, la verdadera educación cristiana debe consistir en señalarnos la única solución para nuestro estado lamentable. Esta semana analizaremos nuestra única solución: nuestro gran Maestro.